martes, 21 de febrero de 2012
mática del mate (aire)
Pensemos en una montaña:
-El sonido de la montaña: silencio y, quizás, muy de vez en cuando algún sonido de pájaros dando vueltas
-El olor a tierra húmeda, o a tierra seca, su textura, la sensación de ella entre nuestros dedos, bailando a través de ellos, haciéndose parte de nosotros ocultándose en el minúsculo espacio que existe entre las uñas y la piel. Toquemos esa piel.
-Su color, intenso o pálido, no sólo la tierra, sus árboles, troncos, animales escondidos, al asecho.
-En el viento que la desnuda, la erosiona, el aire que respiramos
-Cerremos los ojos y detengámonos un minuto a pensar en el celeste del cielo a pleno mediodía, su anaranjado al amanecer y, también, cuando se tiñe de violeta y morado al anochecer. Pensemos en tormentas, pero siempre relacionándolas a la montaña que teníamos en mente
-Tratemos de imaginar qué sentimos cuando subimos aquella montaña, cuando llegamos a la cima y miramos, orgullosos, hacia abajo
Y, ahora, tratemos de visualizar algunas de aquellas cosas que nombramos anteriormente, la montaña con su tierra seca, el cielo naranja y el olor a aire y naturaleza que se nos viene a la mente en esa profunda inhalación.
Pensamos en la montana, porque el montículo de tierra por si sólo no es más que eso: un montículo de tierra. Pensamos en sus partes y, al unirlas, tenemos la montaña, la bella montaña con olor a tierra y color a aire empapado. Sumemos sus partes y hagamos así, cada uno, a la montaña.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario